Una tarde a comienzos del 2010 nos encontramos con Mirta Kupferminc a tomar uno de nuestros tantos cafés de amigas. Ella regresaba de un viaje y yo transcurría una enfermedad complicada.
Fue una charla muy especial, ya que ella se encontró a su vuelta, con que la inundación que los porteños padecimos en Febrero de ese año, había anegado el taller y por lo tanto,una parte muy importante de su obra.
Tampoco yo estaba en el mejor momento del tratamiento y, aunque nos transmitimos la desazón y esa sensación de muerte que nos atravesaba de alguna manera, nos pusimos a conversar sobre las propuestas que teníamos y que nos revitalizaba con la pasión de la creatividad. Durante ese encuentro hablamos sobre la potencia del arte que devino en pensar cómo unir éstas vivencias en una exposición conjunta. Sentíamos una potencia invisible, un susurro tenaz en cuanto a que ambas podíamos enfrentar lo que nos sucedía. Escudriñar desde lo más hondo estas circunstancias personales y volverlas colectivas en la medida que nos atreviésemos a mostrarnos a través de palabras e imágenes con nuestras fortalezas y debilidades.
Así surgió la idea de esta exposición que fuimos gestando de a poco, sin exigencias y con el objetivo de que apareciese lo más genuino de este tránsito nuestro en una muestra conjunta en la que imágenes y palabras dialogaran entre sí, mezclaran , temblaran, se acariciaran o enfrentaran.
Manuela Fingueret