Niemand zeugt für den Zeugen
[Nadie testifica para el testigo]
Paul Celan
Los artistas contemporáneos que se involucran con fotografías sobre el Holocausto enfrentan ambigüedades acerca de sus fuentes y categorizaciones. Paradójicamente y, sin duda debido a su relativa ubicuidad, ellos a menudo deben recurrir a imágenes tomadas por perpetradores para proyectos artísticos en memoria de las víctimas. Mirta Kupferminc, en su deslumbrante libro de artista Bearing Witness (Dando Testimonio), responde a esta práctica destacando los valientes actos de testimonio clandestinos del fotógrafo judío del gueto Mendel Grossman. Construido en torno a la lente de la cámara, este libro es un tributo a la fotografía como técnica de resistencia política. Es asimismo un memorial a las vidas perdidas en el gueto de Lódz, una ciudad en la que el padre de Kupferminc vivió antes de ser deportado a Auschwitz.
El germen de este proyecto es una fotografía tomada por el fotógrafo amateur Walter Genewein, un oficial nazi de alto rango que tomó más de seiscientas diapositivas color de 35mm registrando las actividades de los judíos en el gueto de Lódz entre 1940 y 1944. Una imagen color de un grupo de escolares judíos, cada uno portando una “estrella judía” asignada por los nazis, los exhibe esperando recibir comida delante de un edificio no identificado -probablemente su escuela. Originalmente bajo el epígrafe Schuljugend (“jóvenes escolares”) en alemán, la fotografía fue tomada en 1941 durante los breves meses en los que las autoridades nazis todavía permitían cierta educación no vocacional en el gueto. Poco después de que esta foto fuera tomada, los nazis comenzaron a deportar a los judíos del gueto de Lódz que consideraban trabajadores no aptos en su esfuerzo de guerra, hacia la cercana Chelmno, donde casi todos -sin duda incluyendo a muchos de los niños en la foto Schuljugend- fueron asesinados en furgonetas de gas.
Qué veían los niños cuando miraban hacia la lente de la cámara de Genewein, se pregunta Kupferminc. Alineándose con ellos y, por lo tanto, animando su presencia y su experiencia del evento fotográfico, la artista crea un escenario alternativo. Absteniéndose de exponer directamente la fotografía tomada por el fotógrafo nazi, Kupferminc revierte su mirada y les concede a los niños un punto de vista. Representa a Genewein sólo como una fría lente estática, situada por encima de los niños, concentrada en su imagen. En esa lente, sin embargo, su mirada es también retornada. Vemos a los niños devolviendo la mirada, algunos desafiantemente, pero, más que eso, en una fugaz, apenas visible imagen, también vemos a otra persona, un adulto al que Kupferminc imaginativamente ubica en esta escena. Este es Mendel Grossman, un testigo judío. Empleado como fotógrafo oficial para difundir las actividades del Concejo Judío del gueto de Lódz, Grossman secretamente se procuró una pequeña cámara para uso propio. Él guardó y escondió reserva de rollos fotográficos y, arriesgadamente, tomó y luego enterró cientos de imágenes subrepticias -algunas tomadas a través de un ojal de su saco o una grieta en una puerta- con el fin de asegurar que un registro visual más acabado de una población elegida para su destrucción tuviera la posibilidad de sobrevivir en el futuro. En el escenario de Kupferminc, Grossman se ubica detrás de los niños al tiempo que, secretamente, fotografía al fotógrafo Genewein. Colocando la lente de Genewein dentro de la propia, Grossman, de este modo, ofrece a los niños un marco a través del cual ellos le pueden devolver la mirada a Genewein, convirtiéndolo en objeto de sus propias miradas. Todo el tiempo, Grossman, como testigo clandestino, permanece inadvertido y, de este modo, también libre. A través de este acto de reparación creativa, Kupferminc les proporciona a Grossman y a los niños el control del campo visual.
Sobre la superficie de su obra en capas, Kupferminc inscribe gráficamente, de su puño y letra, la historia de los audaces actos de Grossman en el gueto. Ella advierte que “la textura de la gráfica manuscrita produce un velo que, paradójicamente, devela el modo oculto de Mendel de tomar las fotos. Mientras escribía, me sentí como un escriba que copia a mano un texto milenario sobre los rollos de una Torá.” Colocando su texto sobre la proyección de una sombra, Kupferminc toca a Grossman desde una gran distancia y, por medio de su toque directo, lo acerca más hacia nosotros.
Bearing Witness (Dando Testimonio) enfatiza la obra subversiva de la lente testigo de Grossman. Ya sea abierta o cerrada, oculta o expuesta, esa lente, vista acá desde múltiples ángulos y revelando múltiples escenas, se torna en un testigo persistente e irrevocable de este gueto y de la historia de destrucción y supervivencia de lo que hemos venido a considerar como el Holocausto. Este libro de artista es un documento íntimo de un testimonio de segunda generación en retrospectiva. Es un acto de amor -un obsequio del futuro para aquellos que pudieron, y para aquellos que no pudieron, sobrevivir. Dentro de él, un doloroso legado deviene en una obra de belleza y en un acto de reparación.
Marianne Hirsch y Leo Spitzer